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                                          Grisallas

     La grisalla (del francés grisaille) es una técnica pictórica basada en una pintura monocroma que produce la sensación de ser un relieve escultórico. Fue puesta de moda por diversos pintores en el siglo XIV, quienes la emplearon en bocetos y dibujos preparatorios para lograr un efecto de relieve mediante un claroscuro muy matizado, haciendo diversas gradaciones de un solo color, generalmente gris o amarillo oscuro (sepia), buscando un color lo más cercano posible al de la piedra.

     La grisalla fue también muy empleada en vidrería, sobre todo en la Edad Media. Por lo general se empleaba el marrón o el negro ( a veces el verde, especialmente en Austria), compuestos de una mezcla de vidrios pulverizados y óxidos metálicos diluida en vino o resina. Esta mezcla servía para matizar las tonalidades del vidrio, o bien para contrastar los colores. También se usaba para remarcar los trazos del dibujo o para dar volumen a las figuras. Una vez aplicada la grisalla, el vidrio se horneaba de nuevo para que la mezcla se le adhiriera, gracias al vidrio pulverizado con que contaba entre sus componentes.

     Hoy en día, esta técnica se sigue practicando mucho, sobretodo para vitrales donde se desean definir rostros, cuerpos y algunos detalles especiales.  Para los vitrales religiosos es muy utilizada . También es útil para logotipos, para escriturar alguna leyenda o texto.   Por su complejidad en muchos casos es el equivalente a realizar algunos rostros que se hacen en los cuadros pintados al carbón, pastel o acuarela.

     La pintura no se deslava ni se borra con el tiempo, ya que al hornearse cerca de los 500 grados centígrados, queda fijada o adherida permanentemente al vidrio base.

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